Del cortado al café espresso

Del Cortado al Espresso

Este es un artículo para explicar un caso de superación personal, de consecución de objetivos en este mundo decadente que nos empuja hacia el aburrimiento. No sé si os servirá de gran cosa, ni siquiera si realmente es un hito de superación. Pero me siento orgulloso y os lo voy a contar: ahora tomo espresso, me he pasado al café solo, he dejado los cortados.

Si os he dejado ojipláticos con lo que os acabo de anunciar, seguid leyendo y no tardaréis en entenderlo. Quizá alguno de vosotros se atreva a dar este gran paso en aras de un café-café, negro y esencial. Porque si me lo permitís, todo eso de los cócteles y combinados de café, con leche fría o caliente, con espuma o con crema, haciendo dibujitos cuquis… a mí me parece un catálogo de la cadena amiga americana Estar-Bus.

El cortado se ha convertido en una versión reducida del café con leche, lejos, muy lejos del macchiato de los italianos, que es lo que me gusta. Ya había oído y leído que eso de poner leche en el café tenía su origen en los cafés de calidad dudosa y amargos que solían proliferar, y que si no ibas con precauciones, te podían perforar el estómago. Los franceses, siempre tan malintencionados, incluso lo escriben en su Wikipedia.

No sé si es debido a la proliferación de camareros sin oficio, o simplemente los cambios en los gustos de una sociedad que renuncia al sabor intenso, el hecho es que, las dificultades para conseguir un cortado como está mandado iban creciendo con los años. Últimamente pedía un café solo, y cuando lo tenían ya en taza rogaba al camarero que me pusieran una nube de leche. Me había encontrado cafeterías que, por complacerme, querían cambiarme la taza por una más grande, y así poder verter con alegría el chorro de leche. Alguna vez me había arriesgado a tomar un café solo, pero el estremecimiento al primer sorbo era terrorífico.

Hasta que he probado el espresso con las cialdas (o monodosis ESE 44mm) del Caffè di Francesco. Reconozco que el primer café me sorprendió agradablemente. Y así es como poco a poco he ido descubriendo el café, la bebida camuflada bajo la nube de leche que solía verterle. He llegado a disfrutarlo tanto, que lo que más me gusta es el sabor que me deja en la boca durante un buen rato después de haberlo disfrutado.

El problema lo sigo teniendo cuando salgo a la calle y pido un café solo: cuesta horrores encontrar un bar que sirva cafés como el del Caffè di Francesco. Pero por lo menos, en casa, que es donde paso más tiempo en esta época de pandemia, estoy disfrutando del café como nunca antes lo había hecho.

A ver si os atrevéis. Preparad café con cafetera italiana o un espresso y probadlo solo. Si no os desagrada el primero, ya podéis decir adiós al combinado de leche, y ya estaréis listos para iniciaros en el mundo del café, sin muletas ni ayudas. Y un último consejo: haced como yo, probad la acrobacia con el Caffè di Francesco. Amiguitos: ni se os ocurra hacer esto en casa con el café del súper.



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